Y luego vas viviendo y te vas haciendo. Con suerte, y con esfuerzo, es posible que empieces a conocerte un poco. Y también vas encontrando a tu gente, a esas personas que se convertirán en tu mundo, en tu territorio. La única patria que reconozco son mis amigos. Es una patria exigente, la amistad requiere atención, entrega, riego constante. Hay que invertir muchas horas en cultivarla. Ahora que soy mayor, sé con toda certidumbre que es el mejor destino que puedes dar a tu tiempo. Es una de las cosas que he aprendido.
Digan lo que digan los animosos partidarios del optimismo vital, envejecer es algo bastante desagradable. Envejecer es perder; pierdes a la gente querida que se muere, pierdes capacidades físicas y, sobre todo, pierdes futuro: con lo hermosa que es la vida, con todo lo que conlleva decir eso, cada vez se te queda más chica por delante. Pero con los años también ganas un par de cosas muy valiosas: sin duda experiencia, y si te lo trabajas, sabiduría, que es la suma del conocimiento intelectual y de la madurez emocional. Pero, sobre todo, ganas ese pasado común con los amigos. Crecer con los amigos, envejecer con ellos, ir trenzando a la espalda, con esos testigos de tu vida, años y años de una biografía compartida, es algo absolutamente maravilloso.
Porque, con los años, las amistades se prueban de verdad. El tiempo puede herir; hay momentos en los que el tiempo se vuelve salvaje, y muerde y desgarra como una bestia furiosa. Y es esos tránsitos penosos de tu vida, en la angustia, en los problemas, en la desolación y la incertidumbre, los verdaderos amigos acuden a tu rescate. Con tal generosidad, con tal facilidad afectuosa, que realizan auténticas proezas como si en realidad no les costara nada. Los amigos te salvan literalmente la vida y lo hacen sin esperar nada, sin alardear de nada, por el puro placer de dar. Modestamente grandiosos.
A veces he jugado a imaginar cuáles serían mis últimos pensamientos antes de morir. Cómo sería el balance de mi existencia. Durante muchos años he supuesto que esas memorias ardientes y finales estarían compuestas por recuerdos de mis amores más apasionados, de la infancia y la familia... Pero ahora sé que en ese recuento final brillarán como islas de luz algunos momentos mágicos con mis amigos. Esos regalos de cariño que me han dado, tan inmensos que siento que es imposible merecerlos. Eso también es la verdadera amistad: la sensación de estar felizmente en deuda con los otros. Por todo eso que hemos vivido, y por lo que nos queda por vivir, gracias. Muchas gracias.
uffff, me has hecho llorar amiga mía, L.
ResponderEliminarque te quiero mucho
¡Qué bien lo expresas!.
ResponderEliminarY qué suerte tienes....
Un abrazo.
Gracias por tu visita y por las encantadoras palabras que has tenido para mi blog.Me ha encantado conocerte y leer alguno de tus post.....preciosos!!! Yo también valoro la amistad cada día más.
ResponderEliminarBss y feliz nueva semana,
Cecilia
Hola! me encanto su pagina!!
ResponderEliminarMe llamo Ana Maria y soy administradora de un directorio web/blog. Tengo que decir que me gusto mucho su pagina y le felicito por hacer un buen trabajo. Le cuento que me encuentro construyendo alianzas con webs amigas para asi atraer mas visitantes y poder hacer mas conocida mi web. Por ello, me encantaria contar con tu sitio en mi directorio, consiguiendo que mis visitantes entren tambien en su web.
Si esta de acuerdo. Hagamelo saber.
Suerte con su web!
Ana Maria
muchas gracias, ana maria, no tengo ningún problemas con que pongas mi blog en tu directorio.
ResponderEliminarun abrazo.
Preciosa reflexión sobre la Amistad...Tener amigos es como tener el más preciado regalo
ResponderEliminarMe alegro de encontrar a Lourdes en tu blog,sé que sois buenas amigas
Un abrazo